lunes, 14 de julio de 2008

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void WriteMemory(word Address, word Value) {
word RealAddress;
RealAddress=Address+BaseRegister;
if(RealAddress if(RealAddress>ROMSIZE) Memory[RealAddress]=Value;
} else {
RaiseInterrupt(INT_SEGFAULT);
}
}
word ReadMemory(word Address) {
word RealAddress;

*/
default:
Interrupt=INT_ILLEGAL;
}
}

jueves, 10 de julio de 2008

Escrito en época cafeinomana

Espejo

Estoy cansado de la soberbia, del sicoanálisis barato de gente no doctorada, de la creencia de que se me conoce. Ni yo me conozco. O quizá me doy miedo y es más fácil decir que no no más. Podria llegar a un estado donde lo único que me importe soy yo y quien se quiera unir adelante. El refugio se da no sé donde. No recuerdo un real cobijo últimamente. Lo óptimo seria uno que más encima me alimente. Detesto todo lo que soy. Todos detestan lo que son. Estoy chato de verme en este mundo de espejos y que la gente aparentemente dependa de mí. Y ser quien soy, recordarme. La ola se retrae. Eterno retorno. Tic. No hay que depender ni algo tiene que importar.
El vómito es cosmicamente transversal. Después de vomitar lo que sentia hacia mí, me vomitó de su sistema casi instantáneamente. Ahora estoy a pura arcada pero la traquea está cerrada, cuerpo masoca. El vomitar acá no se hace mucho consuelo. La wea es vomitar, seguir con la praxis cósmica. Y que siga el ciclo, que se den cuenta que nunca quisieron vomitarte y tú ya no estas ni ahí. Amas a alguien que te vomitará eventualmente.

Escritura fébril, infantil, mala, pero guturonhesta

Estoy cuátnico. Quiero dormir (no puedo), me duele la cabeza, siento una masa de líquido a mi lóbulo mental izquierdo, me cuesta buscarle nombres a las palabras con las que intento expresarme, tengo obligaciones académicas a la vuelta de la esquina y nada de lo que haga me da paz.

Veo el cuadro que me pintó cuando era la persona que me amaba. Ahora siento el deseo de quizá irme a la puta, ultra lejos y entrar en paz con mis demonios internos y en el proceso aquebrantar mi fobia social e interactuar con gente, quien sea mientras tenga algo que decirme, alguien que me haga olvidar al convaleciente palpitante de ácido biliar que estoy siendo. Encontrar el acto que me hace feliz y me permita vivir independientemente en el proceso.

Dormir acobijado en el cemento, estado fetal suspendido en el útero pavimentósico. Desafortunadamente el cemento es finito; una lonja pétrea que hace techo a las fosas sépticas que palpitan bajo la piel de la ciudad.

Corazón lata molida que me da vida mientras pienso en el infinito y eso me hace ser un muerto ante él. O quizá vivo, siento el vidrio molido pasar por mi aorta cuando involuntariamente ella silva en mi mente, y cada eco que rebota de cada pared de mi cráneo un palpito que me da vida, otro segunto en el contero o contador del reloj que veo en este cuerpo que no reconozco, en la habitación que he conocido por 15 años, en cada paso que toma la bruma gris que imigra en la ciudad, los vehículos, chimeneas, pulmones y cigarros que le transportan, en quienes erran afuera suspendidos en una constante.

Ella no sabe lo que quiere. Ella sabe de su convención de bienestar, pero no sabe lo que quiere, pero me ha hecho saber que no quiere estar conmigo. Más que ser honesto a los demás trato de ser honesto conmigo mismo me dicen. Sé que lo he olvidado.

Ella quiso dormir en la casa de alguien anoche. No sé si en compañia, sola (con el dueño de casa). Pero lo hizo. No sé quie hizo pero sé que lo hizo.

Ahora planteo una pregunta: ¿Cuál es la narrativa de estar acostado en la cama con ojos cerrados? ¿Qué hay de contar ahí? ¿Palabras que pulsan y solo podemos tocar con la tripa y el cardio tienen visualidad? ¿Tienen sonoridad? Objetiva, digo, no su caracterización metafórica que la adscriben a una imágen que todos reconocen de la experiencia propia, sino la forma y/o el tono que haga sentir el cuerpo envenenado, el llorar como una fuerza incontenible que está rompiendo la nuca pero la nuca sigue ahí intacta.

Para que se produzca la nitidez máxima en el emulsionado de la película posada en una cámara fotográfica, el punto de convergencia tiene que estar al medio entre el lente y la película. Yo registrando las imágenes y sonidos que nítidamente replico en la mente. No encuentro el botón de apagado para detener la reproducción constante de esta wea que me sé de memoria y que me tiene aburrido.

El punto de convergencia está entre mi pecho y la hoja de cuaderno pero no se registra una imágen nítida. Solo el atisbo de un cuadro que pinta y dibuja la menten que percibe la imágen.

Nuestro punto de convergencia se ha retraido hacia dentro de nuestras tripas. O quizá la Me llamó el testigo de anoche. Quizá él pueda darle más nitidez a la imágen que me hace mierda, así que decido abstenerme a devolver el llamado. Aparte, mi voz está rota. Espero tener una cita con el consuelo.

Consultaré mis sueños.