miércoles, 3 de marzo de 2010

El vacío de ser y existir ya se nos fue planteado por Lipovetsky. En sus constantes miasmas textuales utilizaba los medios de comunicación masiva como papel higiénico. Encarnaba las voces de todos los desempleados de la década del plástico, hombreras, colores neón, los 80’s. Vociferaba por la generación de humanos que tenían mucho tiempo en sus manos y lo masticaban frente a la tevé, bombardeados por un código de conducta que aborrecían.

La génesis de mi personaje tiene su espermio en los previamente denotados. Para hacerles justicia transtemporal, revindicarles y darles un ícono con el que aplastarán al resto de ídolos de toda época, decidí crear a un desempleado que alcanza el nivel del Demi-dios, justicia divina en la tierra. En vista de que la causa mencionada apuntará hacia el vacío, como la década que trataron de destruir los nobles colchónyacentes, decidí darle el poder divino de Kthulú, la deidad cósmica máxima que chorrea de maldad y metafísica. Para Anacleta, encontré un referente en Harry Nyquist, importante contribuidor de la teoría de la información. Teniendo sangre sueca y radicado en U S and A, su inadaptabilidad social dentro del marco progresista neoliberal, le empujó a ser un sociopata que llevó una estrecha relación de amor con la ciencia de las comunicaciones y con Anaclette Reese, dactilógrafa muda. En un constante desarrollo de sus ideas logró crear los sistemas de espionaje, que llevaron a Nixon a la caída con su sistema bélico imperialista. Anacleta será el contrapunto de Kthulugorew. Es una pugna entre la empiria (la ciencia) y la trascendelia (la misticidad kthuluica).

En este apasionado relato de amor, odio, redención, nihilismo, ornitología, consumismo y eternidad, veremos la verdad atrás de lo aparente de la material y lo concreto de la octava dimensión.

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