lunes, 5 de mayo de 2008

domingo, 30 de marzo de 2008

Torcida mitologia domiciliaria

Un hombre mira un generador de gráficos espiralicos en un computador, sintiendo que se le develan los secretos del universo al entender el patron que hace estallar a la intención sin censura, ni un bloque que obstruya el paso de la fluyente línea, que después de mi muerte se seguirá extendiendo por las manos de otros, pendejos de mierda qué chucha se creen weon. Deseo emitir un juicio. Me he visto ante el espejo, enfrentando a mi rostro. El hemisferio izquierdo se veia más compuesto que el hemisferio derecho. Lo he visto todos los dias de mi vida pero es la primera vez que me percato de ello. La evasión subconciencial (de qué hemisferio, no lo sé) del hecho fué un fuerte mecanismo de defensa del seso, pero mi faz ha gritado, exclamado atención. Soy un humano compuesto por dos medios. Esta es la dualidad que me acerca a unos y me hace escapar de otros. No a la autocensura, al demonio la estética lógica del texto, en veinticuatro facsímiles, todos los viernes en casa de mi tia se ejecuta el ritual de la consumpción de tallarines al aceite. La torcida mitologia domiciliaria; nunca llegué a entenderle.

miércoles, 4 de julio de 2007

Ta weno ya

Caminando a la pega, se me cruza un vago con tufo a vino. Agarrándo mi hombro derecho y tratando de direccionar ambas pupilas simultáneamente hacia una de las mias, me dijo: "yo soy consecuente con la libertad, Güevón de mierda!" Bañado por su tos sangrienta, cae a piso. Nadie tiene el derecho a implicar que no sigo con la flexibilidad de las oportunidades. Las puntas de mis dedos quedaron adoloridas de tanto patearle las costillas. En un servicentro limpio mi zapato de la hemoglobina y el piñén.

El manierista insurrecto

Autarquía binominal, matria exponencial, parto biparticional, llanto agotado. Ante tanto guacho sin calcetín me veo empujado a inaugurar el ministerio del buen augurio para aquellos pequeños que no nacieron en las instancias abcunales, todo en pos de poder alimentar, saciar, mitigar el hambre jeringal que pueda agobiar las calles. En un mundo antro apelante de la piedra doko, su abuso será ilimitado, delimitado por un par de accesores a “movidas” o “manos” exclusivas, alto precio alta paga. Emulando o imitando a los buenos vecinos del continente europial, el yugo de la droga se extrapolará a lo rural y en lo rural, rural se queda, piola muere. Después de todo, extirpada es la extremidad cancerígena que agobia al cuerpo, extirpación podológica.

lunes, 2 de julio de 2007

Escribir sobre la instancia actual que vivo.

El pulso ebulle presión arterial que retumba en la mente, con instancias paranoicas de asalto al hogar y uno cree la ficción auto impuesta; revisa los ventanales que dan al patio, la semiapertura del portón era ícono de la prótesis (prófesis), que retumbaba en las convulsiones rítmicas que el cuerpo emitia, drum'n'basseando. El plácido pelícano posaba postrado por poste paralelo a (conjunciones se hacen necesarias para mantener coherencia) presuntas profesionales paradigmáticas. El grupo de oficinistas se encontraba en su hora del descanso, majestuosas rechinan; máquinas en multinacionales alimenticias de la producción del café. Con el sonar de la campana, ingresan en misceláneo y relativo orden a sus respectivos cubículos. Sus reflexivas divagancias mentales no lo llevaban a algún sitio. Le procuraban un peso vertiginoso. A pesar de sus catastróficas estructuras, rinden cierto rol de apoyo. Lamentablemente, no se puede mencionar palabra más acerca de la historia, por motivos personales del personaje en cuestión.

miércoles, 20 de junio de 2007

Describa algún trayecto que haga regularmente, para el Jueves

El crujir de la puerta que dejo atrás marca la pauta donde se inicia el dia a dia semanal. Un camino de cemento con patrones de ladrillo se posa e impone sobre el pasto originario, que posa fuera del edificio raudo. Los arbustos que delimitan al pasto de la acera albergan bolsas de comida basura o papeles que asilan notas inimportantes, dependiendo del dia. La masa espectante es más numerosa que el común de las mañanas; como rebaño ciego se empujan y hacen presión para poder ingresar al carruaje que los lleva al sitio donde gastan el resto del dia pudriendose productivamente.

Siendo que el vehículo es de variante oruga, me poso sobre el acordión que articula sus dos extremos, sin la necesidad de colgar de tubos malconexos. Unos asientos atrás, está sentada con ropa ad-hoc al dia, con excesivo abrigo colorinche. Se cruzan las miradas y al reconocerme frunce el ceño, como quién mira a un viejo amigo que se torna en antagón por alguna traición. La próxima parada acaba con el encuentro semanal que resalta en un mar de monotonia. Pequeñas ventanas exhiben un magno cráter, donde se ve erguido un esqueleto metálico con piel de concreto. La grán fosa ha adquirido una dimensión plana; los golpes diarios que dá la ciudad entumecen y lo que alguna vez maravilló pasa inadvertido. Por unos instantes, me transformo en un ente iconoclasta; la música que distrae a mis oídos se contradice con la iglesia inhabitada y yo como mediador de dos fuerzas en pugna que me son indiferentes. Un castillo pequeño gótico me hace preguntar si sirve como techo para algún aristócrata extravagante del ayer, cuando se cruzan y entran dos treintañeros en uniforme oficinista. No hay espacio para el fantaseo. Lo que sigue es una bruma de imágenes que dilucidan otro viaje en transporte colectivo que en instantes me posan frente al instituto, donde me descompongo productivamente en el rubro que motiva.

martes, 19 de junio de 2007

Era en la casa de mi ex-novia, cuando ya no estabamos juntos, donde se creia (y comprobaba) que tenia grán afición por la carne (comestible; músculos de vacas y cerdos; a veces orgánicos a veces artificiales). Es en mi casa donde voy a la cocina, abro el refrigerador. El paquete de churrascos prefabricados JUMBO es el que me arroja a un tiempo relativamente distante, donde esa L que era considerada (y usada como) cocina. El freir de los bloques de hielo marrones ornaban al paisaje sonoro de las tardes dominicales. Mi instinto, en cierto modo de supervivencia, gatilla desdén entrañal para mantenerme alejado del producto, productor de nostalgias.