Cosmogonía
El cosmos. Eterno mar vacuo, si no fuese por la inmensidad de estrellas conocidas y la infinidad por conocer. Dentro de toda esta majamama espacial, orbita alrededor del sol nuestro planeta, la tierra.
Entre la vida reptante que ha errado a través de la historia sobre el globo terráqueo, la especie humana, el über-simio, se ha alzado por sobre las otras, concretando el concepto sobre la realidad, dándole forma a la materia, creando y edificando sobre la superficie.
Los años de persistencia tozuda y avances han dado un salto cuántico, reflejado en la capacidad y complejidad que ha alcanzado la mano manufacturadota del homo-sapiens. Desde la rueda, esta bestia orate ha llegado a confines nunca imaginados.
Los sesentas vieron como dos ex aliados en guerra, EEUU y la Unión Soviética, mantenían el mundo como rehén, enfrascados en una guerra de medios y amenazas, a la par del salto monumental que permitió la industrialización, creando tecnologías capaces de destruir al planeta completo. La bomba atómica fue el símbolo de supremacía y la pistola con la cual las dos potencias se apuntaban mutuamente, con el resto del mundo en el camino. Muchos países se vieron pasados a llevar y sometidos por esta supremacía, siendo llevados a la mala, arrastrados por un tsunami cultural.
Coleman Francis, actor estadounidense, vivía su vida como una metáfora a los no-protagones de la situación global. Atrapado en Yucca Flats, su tierra natal, veía como potencias grandes utilizaba como peones a pequeños estados tanto en los medios como a los reclutados que partían de su ciudad a morir por una institución sin rostro.
Asqueado, pesimista, nihilista, alcohólico, encontró en el séptimo arte una letrina por donde catartizar su asco primigenio. Su primera expulsión fue “The beast of Yucca Flats” (1961). En el mundo latigado por la guerra fria, Joseph Javorski escapa de la cortina de hierro con documentos que relatan la llegada de los rusos a la luna. Llegando a U S and A, es interceptado por dos agentes del kremlin. Veloz escapa al punto de encuentro donde se vería con agentes del gobierno, un terreno de pruebas nucleares en Yucca Flats. Escapando con éxito llega a un callejón sin salida, recibiéndo fuego nuclear y transformándose en una bestia prehistórica en la era nuclear.
Coleman grafica un desierto desolado, una posibilidad post-nuclear, donde individuos de buenos corazones buscan justicia ciega, disparando primero y preguntando después, en el nombre del progreso. Víctimas inocentes atrapadas en las ruedas de la justicia, como el padre que busca a sus hijos perdidos, blanco de uno de los oficiales que lo confunde con la bestia, desde las alturas. Un gobierno manipulador y mentiroso, que acaba con la vida de cualquier amenaza mediática, posando como un aliado para llegar a la solución más fácil, sin importar las vidas que acaban. La ilusión del progreso y como este concepto arrastra a vidas hacia una ilusión cosmética, cuando la vida primigenia de la naturaleza no tiene tiempo y es eterna.
Vista como una de las peores piezas de la historia del cine, la Bestia se presenta como una obra de incompetencia técnica, que a su vez abre nuevas puertas a las posibilidades de narración, tanto en el montaje narrativo como en el sonoro, donde la precariedad subraya al sensación de desolación deshumanizada, con un narrador omnisciente quien en vez de describirnos lo que vemos, nos explica el peso moral y metafísico de los hechos, con frases que rayan entre la poesía y el absurdismo. Acompañamos al dios que nos explica lo absurdo de su mundo y con esta mirada vemos la máquina en la que estamos atrapados, ya en una etapa más voraz, más impuesta, pero con la llave de saber, y saber es poder, poder hacer algo.
Francis pasaría a hacer dos obras más: “The Skydivers” (1963) y “Red Zone Cuba” también conocida como “Night Train to Mundo Fine” (1966). Todas sus obras comparten la manipulación de las autoridades, ya sean instituciones o carne femenina. Vidas humanas danzando al son de una melodía metafísica apocalíptica, donde solo conduce al fin. Coleman sufría de un profundo alcoholismo y fue encontrado muerto entre tachos de basura el 15 de enero de 1973, días antes de su cumpleaños número 53. Su obra ha persistido en la retina de la sociedad por programas televisivos donde hacían burla de la baja calidad técnica y aparente incoherencias de sus películas. Recién ahora generaciones de jóvenes que ahondan más allá de la superficie rescatan las enseñanzas y difunden el mensaje Colemaniano.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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