Muchos de mis pares suelen utilizar, de muy buena manera, la vía escrita para dejar mostrado el estado mental y emocional que pasan. Yo traté por periodos de mi adolescencia, llegando siempre a imitaciones baratas de diarios de niño frustrado con cosas y beneficios que no se merece, lo cual es la paradoja con el hecho de que esté escribiendo ahora.
Ahora escribo porque siento montones de mierda, por ponerlo gráficamente, y al parecer nada de lo que haga, ni hablarlo, me libera de ella. Mierda que probablemente yo me busqué. Mierda emocional que es llamada el conflicto más grande del hombre. De hecho yo concordaría con eso. No hay nada que te haga actuar más irracional e instintivamente que dicho conflicto. Lo contradictorio es que pasé un arduo proceso de sensibilizarme, después de una grandísima desilución, creyendo que eso me acercaría a ser más humano y así poder sentír más felicidad, pero al parecer llegar a ello solo puede traerte, a largo plazo, toneladas de Mierda.
Siempre dicen que enamorarse de alguien puede ser lo más bello y motivante que se te puede dar. Concuerdo enormemente con eso. De hecho en mi situación me humanicé, me enamoré, se consumó el amor y viví una hermosa relación. La prolongadísima agonía, porque no podría decir muerte, de dicha relación es lo que me tiene ahora escribiendo redundantemente esto. Como diablos se puede saber cuando parar algo - ver que se está sufriendo mucho por nada- etc. Lo que no me calsa es que pasé por el mencionado proceso de sensibilización por creer que vale la pena luchar por las cosas que amamos para darme cuenta al final de que tienes que suprimir emociones y apelar a tu bien personal- luchar por lo que amas solo te trae sufrimiento. Lamentablemente, yo nunca he sentido un bien personal dependiente de mí. Mucha fue la gente que sentí cercana a mí que al final terminaron apuñalándome por la espalda, lo que causa que irremediablemente, cuando encuentro a alguien en quien depender, doy incondicional y ciegamente mi todo por mantenerlo, y al parecer eso mismo es lo que causa estos patrones de comportamiento que llevan a que traicionen, porque hoy en día el compromiso da miedo, y ser una persona que solo busca eso, causa que no encajes.
Lo peor es nunca saber tener bien la balanza de apelar a lo que los otros quieren pero que a ti te hiere y evitar sufrir quedando como un egoista. Eso especificamente es lo que me tiene así ahora. Por apelar a lo primero se podría decir que se me reemplazó como un engranaje. Mucha gente que alguna vez me dijo que me estimaba mucho, después de ver que no siempre estoy bien, que soy humano y que sufro, ahora me tratan como un extraño. Al parecer la gente que sufre cae mal y repugna. Después de todo, como siempre dicen, hay que apelar al bien propio, y cuando alguien está mal, al parecer, se atenta en contra de ese bien. Dicha gente que solia estimarme prefirió reemplazarme por gente más -prendida- y -relajada-. Al parecer ese es el arquetipo del humano ideal. Eso llevaría a que yo fuese el arquetipo de lo que no deseas ser -concuerdo con ello, no le recomiendo a nadie ser yo, pasando sabados por la tarde solo, alejado del contacto humano como método de no sufrir, escribiendo wevás que solo me interesan a mí-. Por qué menciono eso - porque debido a apelar a lo que los otros quieren pero que a tí te hieren yo mismo presenté a quién me reemplazaría.
miércoles, 3 de marzo de 2010
domingo, 25 de enero de 2009
Salmón vetado en la región de Magallanes. Decreto gubernamental de índole administrativo, pautado por las mentes peritas, de certeros estudios en la nuca. Esas nucas vociferan demonios hacia los engranajes que le dan vida a la máquina productiva de la costa. Nucas ahorcadas por iracundos pescadores. Salmón cocido, familias envenenadas, familias muertas. Cabezas decapitadas en cajas de cartón, acarreadas a oficinas de importantes y ocupados estadistas. Esposos ante la cabeza de sus conyugues en el escritorio de trabajo. Colegas desmayados, cabezas al basurero, conserjes trabajando. Vuelta a casa, cazuela, hijos, tele. Al medio de la noche, patadas a la puerta. Conserjes rehenes, a punta da cañón. Conserjes muertos, flotando en ríos sépticos. Ríos limpios, proyectos capitalistas, oh prístino Mapocho.
Un eco enorme pulsa en el pasillo. Los cubos que pueblan las murallas, el piso y el techo tiritan con las vibraciones que atraviesan la sala. Al fondo me miras con la mirada tenaz. Te despides, haces un gesto y pasas el umbral. El portazo hace estallar los cubos. Se derriten y pintan los rincones negro. A través de la oscuridad tanteo el suelo terroso de Arizona. El suelo de alquitrán me lleva a la tienda. El propio retenimiento personal del don de la palabra en un acto conecto del elevar las palabras y vomitarlas en el teclado, porque escribir es sanar, él lo sabe, él lo vive. Yo no lo sé, no sé si una sola vía sana. No sé si la vía está compuesta de pequeños caminillos entretejidos, puntuando esta autopista norteamericana a la que nos alineamos todos, en un unísono tal que perdemos el sueño, tratando de develar qué chucha sucede, por qué no llena este camino, qué chucha falta o soy yo el que camina este camino u otro es aquél. Porque te recuerdo yéndote hacia la casa de aquél amigo, el del humor matemático. Te recuerdo allí y me veo algo más prístino, algo más iluso, algo más trasparente. Eso era algo, algo era ahí, una postura certera. Ahora la incertidumbre abogó mis decisiones y me tiene acá encerrado, escribiendo sandeces para ver si ustedes la creen y me sopesan merecedor y acreedor de vida material. Mis talentos a sus servicios, para la manipulación que ustedes vean pertinentes. Ojala alguno despierte de esta oficina y busque esa teoría que nadie enseña. Está por ahí, se los aseguro, intronautas.
Una banda grunge tocó el otro día en el Callao’s. Dentro del público se encontraba la acreedora de un marcapasos. El pulso electrónico se alteró con la estática de la suela de sus zapatos acariciando nerviosamente la alfombra. El poder del riff y su acompañante le hacían la paciencia progresivamente angustiosa, que sostenía ya con el dedo meñique.
Ella tumbada en el piso y todos rodeándola, todos los banqueros y contadores. Un uniformado en terno levantaba el marco de sus lentes y leía el reloj de la misma mano mientras la otra presionaba la muñeca. Los golpes en la frente no la despertaron.
“A esta mujer le ha estallado el corazón”
Ella tumbada en el piso y todos rodeándola, todos los banqueros y contadores. Un uniformado en terno levantaba el marco de sus lentes y leía el reloj de la misma mano mientras la otra presionaba la muñeca. Los golpes en la frente no la despertaron.
“A esta mujer le ha estallado el corazón”
Como no era constante, no se jactaba de ello. Ahora estaba seguro. Vio la hernia de su esposa con el ojo de la frente. La visión no acababa ahí. Veía al cartero dejar la cuenta atrasada del supermercado mañana por la mañana.
Caminaba por la acera de sus barrios. Mientras pasaba por el antro de apuestas nocturno, la panadería de la esquina, Henrietta le fastidiaba con la graduación de su hija que había sido tan hermosa, orgullosa de que su hija haga el paso del aula uniformada a la realización profesional. La visión se esfumó con Henrietta, que estaba esperando micro a esas horas de la noche. Dando media vuelta, pasó por la panadería, la foto de ella en el frontis del diario, hecha concreto y vigas. Ya no pudo escapar cuando se encontraba ardiendo ante el minotauro cósmico.
Ana entró a la habitación, no olvidando las advertencias del doctor. Tumbado en la cama, solo él y el pulso electrónico sonaban en aquél cubículo: blanco, sólido, perpetuo.
Caminaba por la acera de sus barrios. Mientras pasaba por el antro de apuestas nocturno, la panadería de la esquina, Henrietta le fastidiaba con la graduación de su hija que había sido tan hermosa, orgullosa de que su hija haga el paso del aula uniformada a la realización profesional. La visión se esfumó con Henrietta, que estaba esperando micro a esas horas de la noche. Dando media vuelta, pasó por la panadería, la foto de ella en el frontis del diario, hecha concreto y vigas. Ya no pudo escapar cuando se encontraba ardiendo ante el minotauro cósmico.
Ana entró a la habitación, no olvidando las advertencias del doctor. Tumbado en la cama, solo él y el pulso electrónico sonaban en aquél cubículo: blanco, sólido, perpetuo.
viernes, 23 de enero de 2009
El constante fluir vehicular que le da pulso a la ciudad me invita a la aventura como una metáfora visual; transporte vehicular mecánico, alimentado por el combustible que le sacan a las venas de la tierra, resquebrajadas en movimientos teutónicos que nosotros y nuestros hermanos asiáticos, al otro lado del globo, contenemos con esa arquitectura telúrica. Mi arquitectura parchada, violentada por los remezones, errabundea como un camello de guerra en un desierto, una marcha firme hacia el oasis que le alberga y después del apego le expulsa con aguas miasmáticas y ataques iraníes. Noble camello perpetuo y túrgido, en una marcha constante, agonizante, entropiíta. Venid a saciar al camello, venid a brindar en su gloria, compartamos nuestros camellos y acabemos con la soledad global que aplacamos en los casinos neones, con litros de alcohol en nuestras venas y orquídeas nocturnas que nos dejan al romper la banca.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
5/5/2006
Lo agregó y empezaron a hablarse. Primero se encontraba perturbado por algo en ella. Horas de diálogo aflojaron tensiones anímicas, no ráfagas de empatía praxial vía cultura. Días de chateo y posteo fotolobloguial llevaron a la decisión de querer conocerla. Le dijo que le pasase a buscar en los barrios que vivía su tía Agatha, en el tercer piso de un edificio rojizo. Estaba postrado contra una muralla, con el cuerpo entumecido, haciendo las fuerzas para tocar el timbre. La presión vertical de la extremidad más utilizada por homo-sapiens permite la emisión eléctrica que es descargada sobre el diminuto martillo golpeador de campanas circulares de hierro. Al abrirse la puerta, el simio abatió abruptamente al rostro, colgándose de este. Formando la figura de las puntas de una estrella con ambas manos, inserta los dedos en sus ojos, emitiendo gran presión, privándole toda visión póstume. Entre penumbras, siente golpes en sus costillas por un rato antes de recibir el aparente martillazo que le quita la conciencia. Dentro de la habitación del vecino magnate pero sociopata, arrincona al pequeño simio, que le recuerda al programa del chimpancé colorido que lo atormentó en su niñéz por sus agudos colores y violentas alegorías a la alegría descerebrada. El derecho que le dió su raza por ser la que primó por sobre los otros animales, meras continuaciones conceptuales del símil a dios, permitió que patease repetidamente el cráneo del mico. De cuerpo a piso con cráneo apoyado a la muralla, la presión de la zapatilla contra el concreto revolvió los interiores del céfalo, acabando con su vida. Siente el despertar de una manera totalmente nueva; un despertar con los ojos cerrados eternamente. Un australiano le dice sandéses mientras camina alrededor. Está amarrado de todos los extremos con lo que se siente ser una soga muy áspera, heridas por doquier. Se encienden cinco motores y chillan llantas. La presion en los brazos y piernas emulan un crash dummie humano. En su última epifanía, imágenes en blanco y negro de videoclips ochenteros patean su trasero. Repentinamente, empieza a emanar anthrax por los ductos de aire del sitio. Los vecinos ven camiones militares marchar en fila, entrando al vecindario, luciendo colosos parlantes. Éstos emiten música de la banda anthrax. Obligándose a retroceder hasta los 15 años, Gregorio acepta el funeral perfecto de sentir a anthrax por más de un sentido. La lepra empezó a surtir su efecto, eferveciendo su estómago.
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